lunes, 21 de febrero de 2011

LA ALIMENTACIÓN EN EL MAR EN LOS SIGLOS XV-XVIII. Post Jo

Las raciones del marinero: Los viajes y los descubrimientos que caracterizaron la revolución de las especias tuvieron éxito, no gracias a la alimentación de las tripulaciones y de los conquistadores que los realizaron, sino a pesar de ella. Durante toda esta época, el sentimiento general era de que un capitán sólo podía retener a sus fuerzas si las alimentaba y les daba de beber en forma continua, y por supuesto, lo que se les proporcionase tenía que ser lo mismo que hubiesen tomado en Europa. La verdad es que la alimentación de los tripulantes y de las guarniciones en aquellos climas calurosos, vista desde la perspectiva de nuestros días, era la menos adecuada que pudiera pensarse.

Por ejemplo, todas las provisiones de carne estaban saladas, pues de otra forma no se hubiesen conservado bien en un clima cálido, y a menos de que se les diese un tratamiento especial para quitarles la sal antes de consumirlas, provocaban mucha sed. Sin embargo, ya en tiempos de Cromwell, se estipuló que los marineros de la armada británica tenían que recibir diariamente dos libras de carne de vacuno o de cerdo saladas, o en su lugar libra y media de pescado. La carne normalmente estaba en proceso de descomposición, si no es que estaba completamente podrida, y aunque no lo estuviese, todas las vitaminas de la carne fresca se habían destruido debido al método de conservación.

Después de la carne, el componente principal de la ración era el pan, normalmente en forma de galletas de barco. Los «biscuits» (la palabra procede de bis ycutre, términos franceses que significan «cocer dos veces») por regla general no se hacían a bordo, sino en el puerto, y en ocasiones estaban hechas desde hacía un año, o incluso más. Si las galletas procedían de la intendencia del gobierno, podía darse el caso de que estuviesen hechas hasta cincuenta años antes.

La preparación de las galletas de barco era un proceso sofisticado que exigía varias categorías de trabajadores especializados, que se conocían como quemadores, maestros, conductores, enrolladores y ayudantes.

Una vez medidas las cantidades justas de harina y agua, y echadas en la artesa, llegaba el conductor, que con sus fornidos brazos golpeaba, aporreaba, levantaba y volteaba la mezcla hasta que tomaba la consistencia de una masa... Luego venía el enrollador, que después de colocar la masa encima de una plataforma, se subía en uno de los extremos de un rodillo, llamado palo de corte. El enrollador, cabalgando sobre este rodillo, lo hacía saltar de una forma un poco ridícula, dándole a la masa un tratamiento que era una mezcla de golpearla y enrollaría. El sistema resultaba poco higiénico, pues en el proceso la masa se sobaba bastante.

A continuación, la masa aplastada, formando una capa delgada, se cortaba en lonchas con unos cuchillos enormes. Éstas, a su vez, se volvían a cortar en forma de pequeños cuadraditos, y cada cuadradito se trabajaba manualmente para darle la forma redonda de una galleta. Las galletas se marcaban, se punzaban, y se introducían con destreza en la boca del horno por medio de una pala que las iba distribuyendo por el interior de éste. La tarea de lanzar las galletas para que cayesen en el lugar preciso, se convirtió en una habilidad muy apreciada.

La galleta, una vez terminada, era dura como una piedra, y producía agujetas en las mandíbulas de cualquiera que no fuese un gorgojo galletero. Mientras permanecían en espera de ser empaquetadas, o cuando se abrían a bordo del barco, las atacaba normalmente una especie de mosca que ponía sus huevos en ellas, y con el paso del tiempo nacían las larvas. Los marineros veteranos solían golpear las galletas contra la mesa antes de comerlas, con la esperanza de que saliesen los gorgojos y se marchasen, pero éstos no siempre los complacían.

La ración de pan, en tiempos de Cromwell, era de una libra y media, además de un galón de harina. Con esta última, los marineros intentaban hacer su propio pan, siempre que el cocinero estuviese dispuesto. La harina, igual que las galletas, normalmente estaba también llena de insectos.

La bebida a bordo: Lo peor de la vida a bordo era la bebida. Cromwell había ordenado que sus marineros dispusiesen de un galón de cerveza por semana -un margen generoso, incluso aunque no hubiese ninguna otra bebida disponible a excepción del agua.

Tal y como se fabricaba en el siglo XVI, la cerveza no se podía conservar mucho tiempo en un barco'. Por lo tanto, Cromwell suprimió la ración de cerveza, y decidió que en su lugar los marineros tenían que beber ron. Afortunadamente, la Royal Navy disponía de grandes cantidades de ron desde que los ingleses conquistaron Jamaica en 1655.

Cuando se estaba en la mar, nadie bebía agua voluntariamente, pues se guardaba en barriles, e invariablemente se volvía verde y viscosa al cabo de pocos días. Los londinenses alardeaban, e hicieron creer a los capitanes de barco, que el agua del Támesis se conservaba mejor que cualquier otra, con lo que muchos barcos zarparon de Londres con sus barriles llenos de un liquido de alcantarilla. Gran parte de la vida de un capitán de barco se pasaba buscando puntos en tierra donde poder rellenar sus barriles de agua -una tarea larga y penosa, que fue la causante de no pocas hernias de los marineros. Cualquier lugar se hacía famoso entre los navegantes si en él se podían renovar las provisiones de agua, y en este sentido alcanzaron especial notoriedad la isla de Santa Elena y el Cabo de Buena Esperanza.

El hambre en el mar: La auténtica pesadilla de un viaje marítimo no era el tener que comer la espantosa comida de a bordo, sino la falta total de alimentos. Escuchemos en este sentido un relato de la época: el coronel Norwood, un caballero partidario del exiliado rey Carlos II, decidió marcharse de Inglaterra en compañía de dos amigos, el mayor Francis Morrison y el mayor Richard Fox, embarcándose el 23 de septiembre de 1649 con rumbo a Virginia. Zarparon a bordo «de un sólido barco, mal llamado el Mercader de Virginia, y que podía transportar trescientas toneladas».

A los veinte días de partir,

«el barrilero empezó a quejarse de que nuestro barril de agua estaba casi vacío, indicándonos que en la bodega no quedaba suficiente para abastecer una familia tan grande (unas trescientas treinta personas) durante un mes».

Afortunadamente, la Fayal, una de las islas Azores, apareció en el horizonte, y allí se podrían renovar sus provisiones de agua. Sin embargo, «a la segunda noche de haber anclado en aquellos parajes, nuestros botes aparecieron destrozados por negligencia de los marineros, que habiendo gustado generosamente del vino, estaban borrachos perdidos, tirados a lo largo del barco y en un estado lamentable. Hacer la aguada era una cosa extremadamente aburrida», decía Norwood,

«pero además se tardaba tanto por culpa de las disputas de borrachos entre nuestros hombres y los isleños, así que, tras unos días de estancia en la isla, nuestro capitán decidió zarpar, pues el barco se deterioraba cada vez más por culpa de los licores. Y si bien conseguimos una buena provisión de agua, su cantidad apenas justificaba el gasto de cerveza que se tuvo que hacer para conseguirla».

Después de embarcar «una partida de cerdos de capa negra, para poder tener carne fresca, e innumerables melocotones», estos últimos para el consumo personal de Norwood, el Virginia Merchant se hizo de nuevo a la mar. Al cabo de poco tiempo llegó a las Bermudas, pero al cambiar de rumbo hacia el norte, se vio metido en medio de un temporal que le arrastró hasta las playas de Hatteras. La galerna desmanteló el barco, llevándose también el castillo de proa (con uno de los cocineros dentro).

Tanto los pasajeros como los tripulantes quedamos en un estado lamentable, así como los alimentos que pudieron rescatarse. Parecía que íbamos a tener que soportar unas penalidades extremas, dado que la tormenta, al llevarse el castillo de proa, y al haber inundado la bodega, nos dejó el pan (la base de nuestra alimentación) tremendamente estropeado, y ya no había forma de guisar la carne, pues nos habíamos quedado sin cocina. El continuo y violento movimiento del barco hizo que no se pudiera guisar. La única manera de hacer fuego en cubierta consistía en serrar un barril por la mitad, lastrarlo, y convertirlo en una hoguera sobre la que se pudiesen hervir unos guisantes con carne salada. Pero tampoco esto resultaba fácil, y muchas veces nuestros esfuerzos se veían frustrados, y la caldera se volcaba para desesperación de nuestros estómagos vacíos

La tormenta seguía, y a pesar de los meritorios esfuerzos realizados para reparar el barco, seguían sin avisar ninguna costa americana; «nuestras provisiones de agua habían desaparecido, y la carne no estaba en condiciones de ser comida. Las vituallas que nos quedaban sólo nos permitían distribuir una galleta por persona y día, y aun con este racionamiento no teníamos para mucho tiempo».

La galerna continuó:

Empezamos a sentir un hambre acuciante. Las mujeres y los niños lloraban desconsoladamente. El infinito número de ratas que habían constituido nuestra pesadilla durante el viaje, se convirtieron en presas deseadas y perseguidas, vendiéndose incluso algunas de ellas. Concretamente, una rata bastante gorda llegó a alcanzar un precio de diecisiete chelines en nuestro mercado particular. Es más, antes de que acabase el viaje (y esta información no la comprobé directamente, aunque la fuente me merece confianza), una mujer embarazada ofreció veinte chelines por una rata, pero su propietario se negó a vendérsela, y la mujer falleció.

Aunque los pasajeros y la tripulación del Virginia Merchant, empezaban a perder la batalla contra el hambre, no decidieron poner todas las provisiones en común, como les recomendaba Norwood.

Así se sucedieron tristemente muchos días y muchas noches, hasta que llegó la sagrada fiesta de la Navidad, que nos aprestamos a celebrar de forma muy melancólica. Sin embargo, para resaltar la fecha, decidimos agrupar todos los restos de comida que nos quedaban y hacernos un pudín mezclando frutas, especias y agua de mar, y friendo la pasta resultante. Nuestra acción despertó la envidia de los demás pasajeros, que no obstante no se entrometieron en nuestra tarea, y salvo algún regalo que enviamos a la mesa del capitán, pudimos disfrutar de nuestro pudín de Navidad sin tener que soportar ningún incidente.

Mi mayor angustia era la sed. Soñaba con bodegas y grifos que me echaban agua por la garganta, y estos sueños hacían que el despertar fuese peor todavía. Encontré una ayuda muy especial al disfrutar de la amistad del capitán, que me permitió compartir algunos tragos de un clarete que tenía escondido en su bodega particular.

El escorbuto:

Muchos pasajeros y miembros de la tripulación, además de sufrir un hambre horrible, tenían que padecer las consecuencias de la llamada enfermedad del marinero, es decir, del escorbuto. Cuando finalmente el Virginia Merchant consiguió echar el ancla junto a las costas americanas, lo primero que hubo que hacer fue trasladar los enfermos a tierra para que comiesen alimentos frescos y pudiesen recuperarse.

El escorbuto es una avitaminosis producida por el déficit de vitamina C. Era corriente en los marinos que subsistían con dietas en las que no figuraban fruta fresca ni hortalizas, fue reconocida hace más de dos siglos por los médicos navales británicos, que la prevenían o curaban añadiendo jugo de lima a la dieta.

El escorbuto es una enfermedad producida por la falta de vitamina C, la vitamina que contienen las frutas, las verduras, y la carne fresca. Casi todos los animales, excepto el hombre, son capaces de sintetizar la vitamina C, por lo que no tienen necesidad de una dieta a base de frutas y verduras que la contenga, ya que tienen en su sangre suficiente ácido ascórbico, que es otra manera de llamar a la vitamina C. Debido a este fenómeno, una de las formas de proporcionarse la vitamina C es comerse un animal recién sacrificado, como las ratas que el coronel Norwood y sus compañeros tuvieron que tomar a bordo del Virginia Merchant. Sin embargo, como hemos visto, nunca había suficientes ratas para todo el mundo. Para combatir el escorbuto, los marineros solían tomar cítricos, que tienen un alto contenido de esta vitamina. Por supuesto, aquellos marineros no lo sabían, ni sabían siquiera lo que era una vitamina, pero comprobaron por experiencia que este cambio de dieta les curaba de la «enfermedad del marinero».

Naranjas y Limones, imprescindibles para evitar el escorbuto.

Jacques Cartier, cuando se vio atrapado en el invierno de 1535-36 entre los hielos de lo que hoy se llama Quebec, vio cómo el noventa por ciento de sus hombres enfermaba de escorbuto, y cómo se recuperaron a la semana de beber una infusión de cortezas del árbol de la vida. Ya en 1601, los marineros de la Compañía Inglesa de las Indias Orientales, tenían conciencia de la relación que existía entre comer naranjas y limones, y la curación del escorbuto. Así, anclaban en el extremo sur de Madagascar, compraban grandes cantidades de cítricos, y después de exprimirlos, echaban su zumo en los barriles como remedio «antiescorbútico».

También otros marineros, especialmente los mediterráneos, tomaban zumos de limón directamente como preventivo de la enfermedad, pero tuvo que pasar mucho tiempo antes de que esa costumbre fuese generalmente adoptada. Una de las razones que propiciaron este retraso era que muchas personas, y más particularmente los médicos, atacaban enérgicamente la idea de que fuese sano el comer fruta o el beber su zumo, y que desde luego con ello no se curaba nada. Es más, algunas personas llegaban a atribuir la gran mortandad que se producía en los viajes marítimos, a que los marineros tomaban demasiadas frutas tropicales cuando llegaban a su destino.

Así pues, el escorbuto siguió haciendo estragos entre las tripulaciones de los barcos que realizaban largas travesías. En 1619, por ejemplo, Jens Munk, un almirante danés, condujo una expedición de dos barcos y sesenta y cuatro hombres a la desembocadura del río Churchill, en la bahía de Hudson. Los daneses pasaron ahí el verano, y permanecieron en bastante buen estado de salud durante los primeros meses del invierno, pero a partir de ahí, empezaron uno tras otro a coger el escorbuto, y en el mes de junio sólo sobrevivían cuatro; Munk entre ellos.

Al final de la primavera ártica empezaron a retoñar unos cuantos brotes verdes, y Munk y sus compañeros los chuparon desesperadamente. No podían masticar, pues el escorbuto les había dejado sin dientes y con las encías muy hinchadas. Con un esfuerzo sobrehumano, los supervivientes, ahora reducidos a tres, consiguieron fletar el más pequeño de los navíos y ponerlo rumbo a Dinamarca. El escorbuto había acabado con los sesenta y un exploradores.

Una de las características más lamentables de esta enfermedad era que marcaba la diferencia entre el tener» y el «no tener». Aquellos que «no tenían» probablemente se morirían de escorbuto, mientras contemplaban cómo se mantenían relativamente sanos los que «tenían» sus propias provisiones guardadas en su camarote. Louis Antoine, conde Bougainville (1729-1811) partió en un viaje alrededor del mundo en 1767. 'ha a ser un viaje que habría de tener todo tipo de repercusiones importantes, y no sólo, por supuesto, por el descubrimiento de la buganvilla, una de las flores tropicales más bellas que se conocen. Uno de los oficiales que acompañaba a Bougainville escribió un diario durante el viaje, y los siguientes extractos dan fe de las extremas diferencias que existían a bordo, entre los que, como Bougainville, poseían provisiones especiales, y aquellos que tenían que depender de la comida general del barco.

Puesto que si escribo este diario es para que pueda servirle de provecho a mi hijo, voy a intentar no omitir ninguna apreciación que pudiera serle útil. Por lo tanto me veo en la obligación de advertirle que nunca se embarque en expediciones de este tipo (aunque piense comer en la mesa del capitán), sin llevar consigo considerables provisiones de cacao, café, y tortas para hacer caldo. Los pollos no aguantaron demasiado bien, pues se negaron a comer nuestro grano, al que no estaban acostumbrados, y murieron bastantes.

Al final, varios miembros de la expedición han contraído el escorbuto, y por desgracia me encuentro entre ellos. Tengo la boca completamente estropeada, y no podemos mejorarnos comiendo carne fresca porque no tenemos dientes con qué masticarla. Ayer, con gran esfuerzo, me comí una rata a medias con el Príncipe de Nassau. Confesamos que estaba muy rica, y que nos podríamos dar por satisfechos si pudiésemos comer rata con frecuencia, y silos demás decidiesen que este tipo de carne les daba asco...

A la hora de cenar se sirvió un nuevo guiso. Estaba hecho cociendo el cuero de las bolsas que habían contenido la harina. Dejándolo en agua, se puede conseguir ablandar un poco este cuero, luego se le arrancan los pelos, pero a pesar de ello, no es ni la mitad de bueno que las ratas. Hoy también sacaron a la mesa tres ratas, que fueron auténticamente devoradas...

Monsieur de Bougainville tiene para su servicio exclusivo dos cocineros, un mayordomo, dos camareros y tres negros. No puedo dejar de señalar que si ya es difícil para los oficiales el verse obligados a comer la ración normal de la tripulación, es más duro el no ver nunca al jefe de la expedición sentarse a comer con ellos, aunque en principio no tendría que haber ninguna otra mesa. El está acostumbrado a tomar chocolate, preparado con pasta de almendras, azúcar y agua. Este es el único extra que añade a su dieta sobre nuestras provisiones. Podría añadir que disfruta también de la leche que le proporciona una cabra que embarcó en Montevideo (hoy la van a sacrificar). Sin embargo, estas pequeñas diferencias, unidas a otras provisiones que sin duda existirán, aunque las desconocemos, son las que marcan la gran diferencia entre su estado y el nuestro. Él parece saludable, lozano, y su cara presenta una maravillosa redondez, que nos hace avergonzarnos de nuestro aspecto famélico y hambriento.

Bebidas antiescorbúticas: El chocolate no servía para combatir el escorbuto, pero al menos permitía que el agua fétida no resultase tan repugnante. El escorbuto iba a seguir siendo el gran azote de los navegantes de altura hasta el siglo XVIII, cuando en 1753, un cirujano naval escocés llamado James Lind, después de cuidadosos experimentos, publicó su Tratado sobre el escorbuto. Este estudio demostraba que la enfermedad se producía por una deficiencia, que se podía curar comiendo naranjas o limones, o bebiendo sus zumos.

Sin embargo, a Lind se le prestó poca atención hasta que el capitán James Cook (1728-79) se interesó por sus trabajos. Cook había llegado a ser capitán partiendo de los puestos subalternos más bajos -algo que hubiera sido imposible en la armada francesa- y por lo tanto podía hablar con los marineros en su propio lenguaje. En sus viajes exploratorios llevó consigo algunos barriles de zumo de limón y de repollo fermentado, convenciendo a sus hombres para que lo probasen. El resultado fue que ni uno solo de los miembros de su tripulación murió de escorbuto, en ninguna de las tres grandes travesías que realizó.

A pesar de ello, la Royal Navy no incluyó raciones antiescorbúticas de forma oficial en su flota hasta 1795, dieciséis años después de la muerte de Cook, y fue el zumo de lima, en lugar del de limón, el escogido, a pesar de que éste era menos efectivo que el de otros cítricos. Esta preferencia por el zumo de lima, fue por lo que los marinos americanos dieron a los ingleses el apodo de «Limeys».

Desde que se descubrió en 1932, la vitamina C ha estado en el punto de mira de la comunidad científica. Incluso antes de que se supiese de su existencia, los especialistas en nutrición reconocían que las frutas del grupo Citrus poseían algo que prevenía el escorbuto, una enfermedad que provoca hemorragia de las encías y que dificulta la cicatrización de las heridas. El escorbuto acabó con la vida de unos 2 millones de marineros entre 1500 y 1800

Fuente Consultada: La Pagina del Conocimiento de Martín Cagliani

el arte en la cocina .post ASG

PORQUE LA COMIDA ENTRA POR LOS OJOS... A ESTO NO TE PODRAS RESISTIR

Que dificil es conseguir que los niños coman lo que les preparamos. A veces se convierte en una autentica tortura, y uno no sabe ya ni que hacer para lograrlo... Pero si se toma como un juego, a buen seguro que todo resultara mas sencillo...


Y como lo unico que se necesita es echarle un poco de imaginacion, aqui tienes varias ideas para preparar un sandwich delicioso, al que nadie se podra resistir, ni los niños... ni los mayores, porque ¿a quien no le apeteceria comerse la arañita de la imagen superior? Bueno, esa... o cualquier otra de las creaciones que tienes a continuacion...

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y la mayoría del material deliciosa conocida por el hombre: la hamburguesa. Diseño por Olle
Hemmendorff.



La higiene dental es importante, incluso para los sándwiches.



raton de queso con USB Stick. Haga clic en las opciones: Guardar
como aperitivo; Añadir a favoritos de comidas, fuente de Coma; Exportar a mesa de la cocina.
Es una decisión difícil de verdad. ¿Prefiere pasar el tiempo o llenar el vacío de hambre?


Dígales a sus hijos un cuento mientras que les da una merienda nutritiva.



Que sus hijos coman sus vegetales con estos sabrosos bocadillos.




Un sándwich de Hello Kitty, por Mark Northeas.



Yummy...!

Pues sí, estos bocadillos pintadas no son comestibles, pero podría encajar muy bien en su cocina como decoración.


sándwich inspirado por una oruga.


Choca esos cinco! O puedo decir sabrosos cinco?





Estos bocadillos casi desafían las palabras con sus divertidos y creativos
construcciones, hechas con una variedad de carnes frías, verduras y
quesos, con el apoyo de pan y palitos de pretzel.

fuente

http://www.oddee.com/item_97072.aspx


Papillon. Post Dido

Papillon (que en francés significa mariposa) es el título de una novela publicada en 1969, obra del francés Henri Charrière. En 1973, Franklin J. Schaffner, dirigió la película basada en el libro, con Steve McQueen como protagonista y Dustin Hoffman como actor secundario.


Henri Charrière (1906 - 1973) escribió esta novela autobiográfica en 1969. En ella, el protagonista, que se apoda Papillon, si bien es autor de innumerables delitos, es condenado a trabajos forzados en la isla del Diablo en la Guayana francesa por un crimen que no cometió. La trama gira en torno a los intentos de fugarse que realiza Papillón y su definitiva fuga en 1941.
Aunque se pone en duda su veracidad, es interesante la vívida descripción de las inhumanas condiciones que padecen los reclusos. La novela fue un best-seller y existe una segunda parte llamadaBanco en la cual se relata el camino que recorrió el autor desde que fue liberado definitivamente en América hasta que llego a la masividad literaria, recorriendo caminos azarosos y muchas veces tan peligrosos como el mismo presidio.
Tanto la novela como la película pueden considerarse obras de denuncia, ya que al tiempo que descubren las entrañas del sistema penitenciario de las colonias francesas, muestran algunos aspectos crudos y tortuosos del trato a los prisioneros, de las torturas, además del esfuerzo que el espíritu humano, en este caso representado por el mismo Papillón, hace por adaptarse a un medio altamente hostil, que ofrece pocas posibilidades a la supervivencia, un ambiente aislado del mundo, en cárceles subhumanas. Pero sobre todo, es de destacarse la persistencia por alcanzar la libertad, por defender el poco de dignidad humana que puede conservarse en la cárcel, incluso exponiendo la vida a cambio de ella. Todo esto en su conjunto explicaría el éxito de la novela y la película.

El gran Gatsby. Post Dido

El gran Gatsby (The Great Gatsby, en su título original en inglés) es una novela de F. Scott Fitzgerald publicada en 1925. La historia se desarrolla en Nueva York y Long Island en los años 20 del siglo XX. Ha sido descrito a menudo como el reflejo de la era del jazz en la literatura estadounidense.

El público no acogió bien la novela de Fitzgerald cuando se publicó y se vendieron menos de 24.000 ejemplares hasta la muerte del autor. Durante la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial cayó en el olvido. En los años 50 se reeditó y encontró rápidamente un amplio círculo de lectores. Durante las décadas siguientes se convirtió en un texto estándar en institutos y universidades en todo el mundo. En algunas referencias es citada como una de las novelas más importantes de la literatura norteamericana del siglo XX.


La obra Gran Gatsby tiene como fondo la alta sociedad norteamericana, en la que se desenvuelve un hombre misterioso e inmensamente rico, Gatsby, quien, a pesar de ello, es considerado un advenedizo y sólo se le acepta como invitado. Pero Gatsby se empeña en conseguir el amor que no logró en su juventud.
Jay Gatsby es un joven millonario con un pasado dudoso. No tiene enlaces con la sociedad que le rodea y nadie sabe cómo consiguió su fortuna. Algunos creen que lo ganó vendiendo alcohol ilegalmente. También hay rumores de que se trata de un asesino a sueldo o un espía alemán de la Primera Guerra Mundial o que quizás es un sobrino del emperador Guillermo II de Alemania.
De todas formas y a pesar de las grandiosas fiestas que organiza, donde tolera a numerosos intrusos, Gatsby es un hombre solitario. Todo lo que quiere realmente es revivir el pasado para reunirse con el amor de su vida, Daisy. Pero Daisy ahora está casada con el respetable millonario Tom Buchanan, con quien tiene una hija. Para Gatsby esto casi no es ningún problema para seguir con su amor hacia Daisy, y ella, sintiéndose atrapada y aburrida en su matrimonio, se ve halagada por la atención de Gatsby.
El narrador de la historia es Nick Carraway, un joven banquero de Wall Street en lo alto del mercado floreciente de los años 20. También es primo de Daisy. Carraway se muda a un pequeño bungalow cerca de la mansión de Gatsby. Con el tiempo Carraway se da cuenta de que los ricos —por muy respetables que pueden parecer a la superficie— son de verdad personas sin cuidado y Tom y Daisy no son ninguna excepción.
Tom tiene una amante, Myrtle, la mujer del dueño de la estación de servicio en el descampado entre la fabulosa mansión en Long Island y la ciudad de Nueva York, aproximadamente donde hoy en día se encuentra el barrio de Queens. Una tarde, tras una confrontación entre Tom y Gatsby a causa de Daisy, ésta atropella a Myrtle en su camino de vuelta desde la ciudad. Tom confunde de manera inintencionada al marido de Myrtle en primera instancia, indicando que la culpa del accidente era de Gatsby. George Wilson, cuyo corazón está roto por la muerte de su mujer, luego de inquirir violentamente a Tom en su casa con un revólver confirma que es Gatsby (hecho que se revela de la propia boca de Tom al mantener un diálogo casual con Nick al final de la novela) y le pega en consecuencia un tiro y luego se suicida.
Nadie, ni siquiera Daisy, aparece en el funeral de Gatsby. Éste es enterrado con el mismo misterio con que había aparecido de repente.

Barba Azul. Post Dido

Barba Azul es un cuento de hadas de Charles Perrault, publicado en 1697, en el que una mujer descubre cómo su marido oculta en una habitación prohibida los cadáveres de sus anteriores esposas.


Barba Azul era un rico aristócrata, temido por su aspecto fiero y conducta salvaje. Se había casado en siete ocasiones, pero nadie sabía qué había sido de sus esposas. Las mujeres del lugar lo evitaban. Cuando Barba Azul visitó a uno de sus vecinos y pidió en matrimonio a alguna de sus hijas, ellas sintieron tal pavor que intentaron colocárselo a otra de las hermanas. Finalmente, convenció a la hermana menor de que se casara con él y tras la ceremonia la condujo al castillo en el que habitaba.
Al poco tiempo Barba Azul anunció que tenía que partir de viaje durante una temporada, entregó todas las llaves del castillo a su nueva esposa, incluida la de una pequeña estancia a la que le había prohibido entrar. Después partió y dejó la casa en sus manos. Casi inmediatamente la esposa sintió un deseo insuperable de ver qué había en la habitación prohibida y finalmente una de sus hermanas que estaba de visita la convenció para que satisficiera su curiosidad y abriera la puerta.
El piso estaba encharcado de sangre y los cadáveres de las anteriores esposas de su marido estaban colgados de los muros. Aterrorizada, cerró la puerta pero algo de sangre se quedó en la llave. Barba Azul regresó de improviso e inmediatamente se dio cuenta de lo que su mujer había hecho. Ciego de ira, amenazó con decapitarla en aquel mismo momento, así que ella se encerró en la torre más alta junto con su hermana. Mientras Barba Azul, espada en mano, trataba de abrir la puerta, las hermanas esperaban la llegada de sus dos hermanos. En el último momento, cuando Barba Azul está a punto de dar el golpe de gracia, los hermanos irrumpen en el castillo y matan a Barba Azul cuando éste trata de huir.

Aunque es conocido como un cuento de hadas, se cree que el personaje de Barba Azul está basado en el noble bretón del siglo XV y asesino en serie, Gilles de Rais.
Los temas del misterioso marido ausente, el palacio suntuoso, la hermana que incentiva la curiosidad ilícita y lo prohibido (un tema central: compárese con la Caja de Pandora y la historia de Adán y Eva), aparecen todos ellos en la historia helenística de Cupido y Psique.
La historia fue reimpresa en numerosas ediciones hasta alrededor de los años cincuenta del siglo XX, momento en el que su popularidad decayó al considerarse cada vez menos adecuada para que los niños la leyeran. El elemento central de la historia es el descubrimiento de los cadáveres de las esposas, Barba Azul era una historia difícil de "rebajar" para audiencias infantiles, un factor que sin duda contribuyó al descenso de su popularidad.

La Isla del Doctor Moreau. Post Dido

La Isla del Doctor Moreau es una novela de 1896 de ciencia ficción escrita por H. G. Wells, introduciendo ideas de sociedad y comunidad, naturaleza humana e identidad, el jugar a Dios y Darwinismo.


Cuando la novela fue escrita a fines del siglo XIX, la comunidad científica de Gran Bretaña estaba sumida en los debates sobre la vivisección de animales. Incluso ciertos grupos de interés, formaron, para abordar la cuestión, la Unión Británica para la Abolición de la bisección, lo que lo relaciona con el tema de la ingeniería genética, constituida dos años después de la publicación de la novela.

Se comienza con el protagonista, un caballero de clase alta llamado Edward Prendick, náufrago en el océano. Un barco que pasa lo lleva a bordo, y un médico llamado Montgomery lo revive. Él explica a Prendick que se dirigen a una isla sin nombre donde trabaja, y que los animales a bordo del buque viajan con él. Prendick también conoce a un nativo grotesco y bestial llamado M'ling que parece ser el siervo de Montgomery.
Cuando llegan a la isla, sin embargo, tanto el capitán del buque y el Doctor Montgomery se niegan a llevar a Prendick con cualquiera de ellos, con el buque varado. La tripulación lo empuja de nuevo en el bote salvavidas del cual fue rescatado, pero viendo que en el barco realmente tenían intención de abandonarlo, los isleños tienen lástima y terminan volviendo por él. Montgomery le presenta al Doctor Moreau, un frío y preciso hombre que lleva a cabo investigaciones en la isla. Después de la descarga de los animales desde el barco, llevan a Prendick a una casa en una habitación exterior del recinto en el que viven. Prendick es sumamente curioso sobre las exactas investigaciones de Moreau en la isla, especialmente después de que bloquea la parte interior del recinto sin explicar por qué. Prendick de repente recuerda que él ha oído hablar de Moreau, y que había sido un eminente fisiólogo en Londres antes de que un periodista expuso sus horripilantes experimentos de vivisección.
Al día siguiente, Moreau comienza trabajando con un puma, y sus gritos angustiados conducen a Prendick a la selva. Paseando, encuentra a un grupo de personas que se parecen a humanos pero que tienen un inconfundible parecido con los cerdos. A medida que camina de vuelta al recinto, de repente se da cuenta de que lo están siguiendo. Entra en pánico y huye, y en un desesperado intento de defensa deja a su atacante aturdido, un monstruoso híbrido de hombre y animal. Cuando regresa a casa y le pregunta a Montgomery, Montgomery se niega a responderle. Después de no obtener una explicación, Prendick finalmente cede y se duerme.
Prendick despierta a la mañana siguiente con las actividades de la noche anterior frescas en su mente. Viendo que la puerta interior ha quedado desbloqueada, pasa para encontrar una forma humanoide vendada sobre la mesa antes de ser echado por un conmocionado y enojado Moreau. Él cree que Moreau ha viviseccionado seres humanos y que es el próximo. Él huye hacia la jungla, donde se encuentra con un hombre mono que le lleva a una colonia de seres medio humanos y medio animales. El líder, una gran cosa Predicador de la Ley, le ha de recitar una extraña letanía llamada la Ley que implica prohibiciones contra el comportamiento bestial y elogios a Moreau. De repente, Moreau irrumpe en la colonia, y Prendick escapa por la parte de atrás en la selva. Él llega al océano, donde planea ahogarse en lugar de permitir que Moreau experimente en él. Moreau y Montgomery lo enfrentan, sin embargo, y Moreau explica que las criaturas, son animales que ha viviseccionado para parecerse a los seres humanos. Prendick se remonta al recinto, donde Moreau le explica que él ha estado en la isla durante once años, tratando de hacer una transformación completa de animales a humanos. Al parecer, la única justificacón para el dolor que inflige es la curiosidad científica. Prendick acepta la explicación, y comienza una vida en la isla.
Un día, cuando él y Montgomery están caminando alrededor de la isla, ven a un conejo medio comido. Comer carne y la degustación de sangre es una de las más fuertes prohibiciones en la Ley, por lo que Montgomery y Moreau vuelven muy preocupados. Moreau reúne una asamblea de Hombres Bestia. Él identifica al Hombre Leopardo (el mismo que persiguió a Prendick la primera vez que vagaban en la selva) como el transgresor. El Hombre Leopardo huye, pero cuando el grupo lo acorrala en algunos sotobosques, Prendick tiene lástima y le dispara, y le evita el retorno a la mesa de operaciones de Moreau. Moreau está furioso, pero no puede hacer nada acerca de la situación.
Con el paso del tiempo, Prendick comienza a acostumbrarse a las grotescas bestias. Un día, sin embargo, se ve sacudido de este estancamiento, cuando el puma se escapa de los laboratorios. Moreau lo persigue, pero se acaban matando mutuamente. Montgomery se desmorona, y habiéndose emborrachado, decide darle alcohol a los Hombres Bestia. Prendick trata de detenerlo, pero Montgomery lo pone en peligro con violencia y abandona el recinto solo con una botella en mano. Más tarde en la noche, Prendick escucha una conmoción fuera, él mira y ve a Montgomery rodeado de bestias. Montgomery muere en frente de Prendick, que es ahora el último de los humanos en la isla. Él no trata de reclamar el trono vacante de Moreau en la isla, pero se consigue un lugar donde vivir con las bestias, que entran en regresión al animalismo. Intenta construir y disponer una balsa con la que tiene la intención de abandonar la isla. Por suerte para él, con el tiempo un buque piloteado por dos cadáveres encalla en la playa. Prendick junta suministros, y zarpa a la mañana siguiente.
Él es recogido por un buque sólo tres días más tarde, pero cuando cuenta su historia la tripulación piensa que está loco. Para evitar que él mismo sea declarado loco, pretende no tener memoria del año que pasó entre el primer naufragio y su rescate final. Al llegar de vuelta a Inglaterra, sin embargo, encuentra con que él se siente incómodo rígidamente en torno a otros seres humanos, porque él tiene una sospecha irracional de que todos ellos son bestias humanas en peligro de repentinas y violentas regresiones al animalismo. Él se va a vivir en soledad y al estudio de la química y la astronomía, encontrando la paz en los cuerpos celestes.

La Música de El Lado Oscuro

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