miércoles, 16 de febrero de 2011

Oz ☆. Within Temptation ..." Faster "

Música

La evolución del erotismo.post ASG

La primera teta que vi en mi vida se me grabó tan a fuego en la cabeza, que hoy podría cerrar los ojos y dibujarla con precisión quirúrgica, a mano alzada, sin titubear. Han pasado muchos años y todavía siento que puedo copiar en un papel cómo era esa redondez impactante, en qué lugar del torso se ubicaba, y qué forma exacta tenía el pezón que me dio un guiño cómplice y ciego para salir de la preadolescencia.

Era una teta audaz, erigida con soberana libertad en la segunda página de una revista de alto voltaje y poca monta, llamada Eroticón. Los de mi generación, hago la salvedad, forjamos nuestra imaginación a golpes de ausencias, porque no nos quedaba otra.

Pienso en esto ahora que estamos en edad de mandar a la cama a los niños, porque la tele nos bombardea con culos, insultos y penetraciones, constantemente. Los otros días estábamos haciendo zapping con mi hija y tuve que cachetear el control remoto cuando Santiago Segura -en la piel de Torrente-, abusaba con destartaladas embestidas de una mujer fronteriza que dormía sobre un sillón. Eran las tres de la tarde.

A veces siento que me sale un alien moralista por entre las tetas, o que envejecí y me convertí en una tía hinchapelotas de ruleros que lanza pantuflas contra los aparatos de televisión. Otras, sin embargo, recuerdo mis periplos para conseguir información y estímulos en edades tempranas y me ataca el remordimiento: ¿tengo derecho de privar a mis hijos de todo aquello con lo que yo soñé cuando era más chico? ¿Será que yo anhelaba un festival sin censura de tetas, culos y piernas, sólo porque estaban prohibidos, y a ellos les resultará más fácil resolver sus complejos y carencias?

Una vez escribí sobre las vicisitudes que padecía un adolescente para conseguir una película porno hace diez años, cuando no había internet, cuando no existían ni Tinelli ni la ficción trasgresora de los programas de hoy, que están llenos de minas acoplándose con otras a los gritos como si fueran tijeras.

El artículo se ocupaba de cuatro puntos concretos, los ejes de la culpa que nos sepultaba cada vez que recaíamos en un videoclub de barrio los sábados por la tarde, para apostar por la sensualidad:

- La sangre fría que teníamos en las venas cuando entrábamos al videoclub y recorríamos ese tramo patibulario hasta quedar enfrentados con las rubias californianas que nos sonreían con la boca llena desde las bateas.

- El monumental tamaño de las cajas de las pelis porno, atestadas de una gráfica en la que abundaban pitos largos, senos gigantes, caras torcidas por el placer.

- Los nervios de acero y las pelotas frías como el mármol para atravesar todo ese local con ese pichón de caja entre las manos sin sudar.

- La estrategia evasiva mil veces ensayada ante la posible pregunta del dependiente: “es para un amigo que no se anima”; “es para una despedida de solteros”, “es para un trabajo en la facultad”.

Recordemos: era una época en la que no había internet, las revistas eróticas venían con una faja negra adelante, y los quiosqueros traficaban Playboys con las minas de Olmedo como si se tratara de fasos de marihuana.

Soy un coleccionista mental de primeras experiencias. Entiendo que cada vez que algo nuevo ocurre y me impacta, necesariamente debo hacer una muesca en el tronco de mi memoria y anotar: “acá me fumé el primer cigarrillo”, o “en este baño me hice la primera paja”. El hombre, creo, es una sucesión de vivencias. Sin ellas, sin nuestro anecdotario rústico y pintoresco agolpándose para darle forma a nuestro pasado, no valemos una mierda.

Yo sé, por ejemplo, que si hace veinte años mis cinco amigos no me empujaban (a pesar de mis ruegos y pataleos) a los brazos de esa señora gorda, no habría perdido nunca la virginidad. Me costó 8 Australes y media petaca de whisky -fiero como una meada- entenderlo.

Hasta ese momento, hasta que crucé las puertas de aquél infierno de bombitas rojas, yo era un niño. Y lo próximo que supe era que estaba tumbado sobre un sillón destartalado, atrapado en un mar de resortes que asomaban entre la goma espuma, prisionero del peso de una mujer gorda con aliento a cebolla que me pedía que no la besara en la boca y que me apurara. El niño que fui murió ahí, ensordecido por la música de La Mona Jiménez, aturdido entre tantos afiches de mujeres ochentonas sobre motos choperas. Dejé de ser niño y casi me hago puto, quiero decir, porque nada estaba más lejos de mi fantasía que esa cruda realidad; en el lupanar aquél yo no encontré jamás a las muchachas de las películas, a los ángeles comprensivos que en mi mente eran más dóciles y cariñosas que una madre sobre una cuna.

Otra muesca: a finales de la década del ochenta, en la calle La Rioja, no trabajaban Jenna Jameson, ni Christy Canion, ni Ginger Lynn. Nuestros primeros polvos eran una novela de Llamosas, la tragedia del contraste, la pornografía del ridículo, y a muchos de nosotros nos costaría tres meses de terapia olvidarnos del aliento de nuestra primera mujer.

Me considero un sobreviviente. Siempre lo digo.

Vengo de una época en la que las revistas porno eran el equivalente a una Revista Gente de la actualidad, un tiempo remoto en el que el Photoshop todavía no nos había cagado la existencia y traficábamos almanaques de minas en pelotas por debajo de los pupitres.

No sé cómo hicimos, pero emergimos y hoy somos hombres de familia, gente grande, veteranos de pajas tremendamente imaginativas. La mía es una generación que aprendió el valor de la paciencia frente al televisor, donde montábamos guardia en el trasnoche, esperando que a la programación se le escapara una teta.

Y no buscamos reconocimientos ni medallas.

Queremos que nos permitan estos asombros, estas cejas levantadas, estos artículos pavotes que escribimos cuando vemos gente que coge a la siesta en un aparato que para nosotros era la última frontera a conquistar.

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El poder de la síntesis, ejemplos gráficos.post ASG

Quienes mejor manejan la síntesis, al parecer, son los publicistas. Tras años de entrenamiento en el arte de comprimir un mensaje, el resultado son piezas gráficas que trascienden a veces la marca que promocionan. Esos anuncios que cruzamos en la calle, que esperan al dorso de las notas que hojeamos en las revistas, se valen de la exageración, la emotividad y el humor para hacernos ver las cosas de otra manera. Volvemos al rubro de las compilaciones, ya no para revisar ejemplos impactantes de publicidades perturbadoras, si no para compilar postales de simpatía…

(este post puede contener imágenes que afecten la sensibilidad de alguien)

Los preservativos y los productos para la intimidad van a la cabeza en materia de cruzar límites. Arrancamos con dos de Tulipán, bajo el lema “Tíos felices” (tíos que no embarazan gente, bah):


Le sigue una publicidad de Canal 2, que no sé de dónde será, pero es claro que no se anda con eufemismos: “Cuatro largas semanas de Mundial de Fútbol. ¿Necesitas entretenimiento?”.

Ya hemos visto la de estragos que ocasionan los productos Durex, acá otro ejemplo más:

Ahora llega una campaña de preservativos bastante hitleriana, “Por favor, usen condón”:


Sigue Viagra, que si lo explico pierde la gracia:


Y este gel para el cuidado de la cosita esa que se pone para sujetar el pelo:


Acá la sutileza se les fue un poquitito nomás a la mierda, con este lubricante saborizado (parece que hay que ponerlo sobre las frutillas para que tomen gusto a concha):


Y otra vez Durex, con el gel estimulante para el orgasmo femenino. Un astronauta le dice al otro “¿escuchaste eso?”

Bajando un poco el volumen, entramos en registros un tanto menos agresivos. Arranca Head&Shoulders, que festeja haber cumplido un montón de años sin caspa:

Y pasamos luego a esta marca de corpiños, que te da la solución para tener muchos amigos en Facebook:

Sigue una publicidad de pastillas para el sueño, con el lema “Nunca has dormido más profundo”:


Después, un enjuague bucal que huelga explicar a quién le hace falta en estas dos piezas:

Y uno de Alka-Seltzer, que advierte sobre el riesgo de las resacas:


Y este otro, que francamente no alcanzo a leer qué mierda dice, pero que me encanta como idea:

Volviendo al cachondeo, no cabe dudas de que un buen par de tetas pueden servir hasta para vender papas fritas, aunque el lema sea “papas reales en un mundo falso”:

Hasta para las ópticas, sirve (“una buena visión es fundamental”):


En este sentido, me gustaron mucho las publicidades de Axe. En esta campaña de un producto doble, van con el lema “Axe dual; uno es para todas las audiencias, el otro no”. El usuario decide a quién atribuirle el diálogo “Me afeité para hoy”…


Y “¡Por fin! Me arden los dedos”:

La conspiración con la mirada masculina está muy representada en este anuncio de una cámara de fotos que se jacta de tener el autofocus más rápido (es gracioso, casi puedo escuchar el autofocus de los ojitos de los muchachos):


Y también vale el recurso para ilustrar lo potentes que son los binoculares estos:


Acá está puesto al servicio de una salsa que es “de todo menos dulce”:


Aunque me joda un poco que las modelos elegidas sean dos adolescentes famélicas, el recurso está bien usado en la nueva Nikon, que detecta más de diez sonrisas:

Y bien lo retoma Pepsi, con su bañero sin escrúpulos:


Y con algo más de sutileza, LG, bajo el lema “Enfría rápido”:

Para cerrar con lo erótico, dos piezas que me parecieron jugadísimas, por la búsqueda que hacen de un diálogo cómplice con el destinatario (muy puntual). La primera reza “Tu mamá no fue la primera vez de tu padre. Más vale que tu viejo tomaba esto”:


Y la segunda, “Tu viejo no era un metrosexual. Más vale que tomaba esto”:


Seguimos, para descomprimir, con tres avisos de impresoras HP, que imprimen real-real:


Otro de una academia de idiomas, que profesa “¿Sabés realmente cómo suena tu inglés para los demás?”:


Y que está en línea con este otro, de una web de noticias, que va con el lema “Mantente al tanto o quédate atrás” (me causa mucha gracia, así me siento yo en algunas reuniones de gente que habla de literatura):

Acá dos motivos usados por esta radio “para exclusivos”:


También una instalación callejera de chocolate:

Un gol de media cancha de LG y sus dispositivos de almacenaje kilométricos en celulares, “Más esapacio para tus favoritos”:

Y este, de comida para perros, con el lema “Mala comida, malos perros” (el bichito tiene entre dientes la mano de un cadáver):


Y si de perros hablamos, qué mejor que hacerlos oler bien con este desodorante ambiental:

Bien. Cambiamos el rumbo. Es el turno de los laxantes, y entonces la cosa se pone medio escatológica. Primero con una tropilla de ratas huyendo de las cloacas donde han ido a parar los resultados de haber ingerido Dulcolax:


Después, poseídos por el espíritu de Neruda, Dulcolax se pone poético con su campaña “Libéralo”:


Y acá directamente se cansaron de buscarle la vuelta y proponen algo así como “sáquese el corcho que tiene en el culo”:


Esta última de la serie es la más lograda, a mi entender:

¿Retomamos el buen gusto? Papas fritas Fraich, “las papas de la abuela, sin la abuela”:


Ahora es el turno del cine y la publicidad, un binomio aluncinante. Empezamos con este festival de cortometrajes que se vale del eslogan “Las películas largas pueden dañar seriamente tu vejiga” (en el chorrito de meada hay una métrica que empieza con El Padrino, siguen con Danza con lobos, Lawrence de Arabai y termina con Los diez Mandamientos:


El recurso se repite acá, con protagonista masculino y las kilométricas cintas de Avatar, El Señor de los Anillos, Ben Hur y Lo que el viento se llevó:


Muy bien aplicado el mensaje de televisión Sky, bajo el lema “Hay más para ver en High Definition TV”:


Y hasta las radios pueden hacer uso, acá un ejemplo de un casete parafraseando a Darth Vader, “Ipod… yo soy tu padre”:


Esta es una de las que más simpáticas me caen, el canal Sci Fi anuncia la saga completa de Star Trek, avisándote que vas a ver “cómo empezó todo”:


Y termina este rubro con tres avisos de Vodafone, que muestra que las grandes películas también pueden verse en chiquito:

De aquí pasamos a las metafóricas, que suelen ser temibles. Miren sino, esta de Peugeot que explica la idea de velocidad inicial:


Y esta de McDonals, perturbadora por el mensaje, indiscutiblemente bien lograda:


Hay simpatía, por qué no, en este polvo pédico, que promete “deshacerse del olor a pata más mortífero”:


Y este de Pizza Hut, que habla a las claras de lo veloz que tiene aceitado el tema del delivery:


O este de los papelitos con pegatina (para nada feminista, diré):


Y vamos cerrando, con algunas más que no necesitan traducción:

Para cerrar, ya mareado de tantas ideas, me voy con esta agencia de viajes que promociona un tour queer, con el lema “El otro lado de América”:

Y con una retro, mi favorita. Me gusta porque es la quintaesencia de la síntesis:


fuente

http://revistapeinate.com.ar/2010/05/27/simpaticos-ejemplos-de-sintesis-publicitaria/

La Música de El Lado Oscuro

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