Un círculo perfecto de 45 metros en medio del desierto del Sahara, en el sur de Egipto. Los científicos no daban crédito cuando descubrieron el cráter Kamil, la que puede ser la huella de un meteoro mejor conservada jamás vista en la Tierra. Se trata de algo excepcional porque estas «muescas» rara vez se encuentran, y cuando aparecen, están muy deterioradas por los cambios geológicos y el paso del tiempo.
Pero este cráter es tan magnífico que se parece a los que permanecen intactos en la superficie de la Luna o de Marte. La investigación, dirigida por Luigi Folco, experto en meteoritos de Museo Nacional de la Antártida en Siena (Italia) aparece publicada en la revista Science.
El cráter Kamil fue visto por primera vez en fotografías por satélite mostradas en Google. Por su forma, los investigadores creen que fue causado por el impacto de un meteorito de hierro más bien pequeño, de 1,3 metros de diámetro, que se precipitó a casi 11.800 kilómetros por hora en el desierto del Sahara hace miles de años.
El agujero conserva gran parte de su estructura e incluso pueden apreciarse los rayos del material eyectado cuando la roca espacial se empotró violentamente contra el terreno. Los investigadores viajaron hasta Egipto para comprobar el hallazgo. Según explican, el cráter, por sus excelentes condiciones de conservación, puede ser una estupenda fuente de información sobre este tipo de fenómenos.
En la Tierra, existen 175 cráteres de impacto confirmados. El último del que se ha tenido noticia antes del de Egipto es el de Wembo Nyama, descomunal, escondido en el corazón de la República Democrática del Congo, en el centro de África. El agujero tiene entre 36 y 46 kilómetros de ancho y, según el grupo de científicos también italianos que se dedicó estudiarlo, fue provocado, casi con toda seguridad, por el impacto de un gran asteroide hace millones de años.
Sólo 25 cráteres en todo el mundo son mayores que el del Congo. Objetos espaciales como el que ha causado el agujero del Sahara, del tamaño de un frigorífico o una lavadora, se precipitan en la atmósfera prácticamente todos los meses, lo que ocurre es que la mayoría se quema antes de alcanzar el suelo. Además, muchos estallan sobre el océano o zonas inhabitadas del planeta, por lo que nos pasan desapercibidos.
Fuente: abc.es