martes, 22 de marzo de 2011

la 1ª tarjeta de crédito.post ASG

El uso de las tarjetas de crédito se ha convertido en una forma de vida. Ya no solemos usar dinero en efectivo para comprar un jersey o un televisor... La mayoría de las personas lo hacen por la comodidad de no llevar dinero en la cartera, mientras que otras la usan para comprar artículos que simplemente no pueden permitirse... La tarjeta de crédito que nos permite hacer todo esto es un invento del siglo XX...
A principios del siglo XX, la gente tenía que pagar en efectivo por casi todos los productos y servicios, aunque en la primera parte de siglo comenzaron a proliferar las famosas cuentas de crédito en las tiendas, el famoso “apúntalo que ya te lo pagaré...” algo que todavía hoy en día se sigue usando en pequeños comercios. Sin embargo, nuestra “querida tarjeta” no se inventó hasta 1950. Todo empezó cuando Frank X. McNamara y dos de sus amigos fueron a cenar...
En 1950, Frank X. McNamara, director de la Corporación de Crédito “Hamilton”, se fue a comer con Alfred Bloomingdale y Ralph Schneider, el abogado de McNamara. Los tres hombres estaban comiendo en un famoso restaurante de Nueva York, para discutir problemas con los clientes de la Entidad Bancaria.
Al final de la comida con sus dos amigos, McNamara metió la mano en el bolsillo de su cartera para pagar la comida (en efectivo). Se sorprendió al descubrir que había olvidado su billetera. Para su vergüenza, tuvo que llamar a su esposa y que ella le trajera dinero. McNamara prometió que esto no le volvería a suceder...
Con la “fusión” de los dos conceptos tratados en la cena, a McNamara se le ocurrió una nueva idea - una tarjeta de crédito que podría ser utilizado en múltiples establecimientos-. Lo que fue particularmente novedoso de este concepto era que serían intermediarias este tipo de empresas entre el banco y sus clientes...
Aunque el concepto de crédito ha existido desde la invención” del dinero, este nuevo instrumento de pago facilitó a muchos comercios y estaciones de servicio el captar la fidelidad de sus clientes por el beneficio que les proporcionaba. Consecuentemente, sus ingresos aumentaban...
McNamara fundó una nueva empresa ese mismo año a la que llamaron Diners Club. El Diners Club iba a ser un intermediario. En lugar de empresas individuales que ofrecían crédito a sus propios clientes, el Diners Club era la que se iba a encargar de esas operaciones... y posteriormente “ajustar” cuentas con el Banco...
Sin embargo, para poder obtener un beneficio de estas operaciones, la empresa de tarjetas de Crédito tuvo que cargar en cada operación un 7% en concepto de comisión, así como 3 dólares anuales por el mantenimiento de la misma.
El nombre de la nueva Compañia se debió a que la idea había surgido durante una comida, y la tarjeta comenzó a hacerse popular en múltiples restaurantes que ofrecían este servicio...
Las primeras tarjetas Diners Club fueron entregados en 1950 a 200 personas (la mayoría eran amigos y conocidos de McNamara) y aceptadas por 14 restaurantes en Nueva York. No eran de plástico, sino de un tipo de papel con las condiciones de aceptación en el reverso...
El concepto de la tarjeta creció y, a finales de 1950, 20.000 personas estaban usando la tarjeta de crédito Diners Club.
Aunque el Diners Club siguió creciendo y en el segundo año obtuvo un beneficio de 60,000 dólares, McNamara pensó que la idea no era más que una moda pasajera. En 1952, vendió sus acciones de la compañía por 200,000 dólares a sus dos socios. La tarjeta de crédito Diners Club siguió creciendo y no tuvo competencia hasta 1958. En ese año, tanto American Express como el Banco Americard (más tarde llamada VISA) aparecieron en el mercado. El concepto de una tarjeta de crédito universal había echado raíces y se extendió rápidamente por todo el mundo, para alegría de muchos y mayor desgracia de otros...


Fuente:http://www.historiasdenuestrahistoria.com/2010/10/la-primera-tarjeta-de-credito.html

el hombre que lo vendia todo.post ASG

El Sr. Arthur Ferguson era un excelente vendedor. Sin embargo, como muchos, no se dio cuenta de su talento hasta que un día de 1923, observó a un rico millonario americano que miraba extasiado la estatua del almirante Lord Nelson en Trafalgar Square. Así que, ni corto ni perezoso, decidió nombrarse a si mismo como guía oficial de la plaza.
Comenzó a hablarle sobre el almirante Nelson. “Ha sido uno de los marinos más famosos de Gran Bretaña y un héroe naval. Murió durante la Batalla de Trafalgar” La estatua estaba muy deteriorada. “Es una verguenza” exclamo el incauto. Sin embargo, Ferguson le contestó "El gobierno de Gran Bretaña la ha puesto a la venta al mejor postor por la mala situación económica del Estado". Todo iba en el “pack”: leones y fuentes incluidas.
El americano se interesó y preguntó por el precio. Ferguson reflexionó y explicó que iba a ser vendida por sólo £ 6000. Obviamente, sólo se vendería al comprador adecuado, una persona que protegiera el monumento y supiera apreciarlo...
Por una “curiosa coincidencia”, era el mismo Ferguson quien había sido encargado por el gobierno para la tarea de organizar la venta, y tenía que mantenerla en alto secreto. El estadounidense le declaró a Ferguson su interés en la compra inmediata. El “vendedor” decidió que la Gran Bretaña estaba dispuesta a aceptar su cheque de inmediato, para completar la operación lo antes posible...
Nuestro personaje, asombrado de su propia astucia, fue rápidamente a cobrar el cheque, mientras que su cliente se puso en contacto con algunos contratistas para poder “empaquetar” el monumento. Ellos eran muy reticentes a aceptar el trabajo y le dijeron que sin permiso de las autoridades no podían hacerlo. No fue hasta que recibió una llamada oficial de Scotland Yard cuando se dio cuenta que había sido estafado. Ese mismo verano, otro estadounidense se quejó de que había pagado £ 1000 por el Big Ben, y otro había hecho un pago inicial de £ 2000 por el Palacio de Buckingham...
Durante su visita a París, se las arregló para vender la Torre Eiffel como chatarra a un precio desconocido a otro americano. Dado que los estadounidenses habían sido sus mejores clientes, decidió continuar su trabajo en aquel país. En 1925, arrendó la Casa Blanca a un ranchero de ganado de Texas, por 99 años al precio de $ 100,000 al año, cobrándole el primer año de renta por adelantado. Su vanidad y avaricia no tenía fin, y quiso acabar su carrera con un gran final.
En Nueva York encontró a la víctima perfecta, un australiano de Sydney. Ferguson le dijo que la entrada al puerto de Nueva York iba a ser ampliada y, por desgracia, la Estatua de la Libertad estaba en el camino. Sin embargo, el apego sentimental no iba a impedir el progreso, y los EE.UU estaban dispuestos a venderla...
Ferguson cometió la torpeza de permitirle al comprador el ser fotografiado junto a él frente a la Estatua de la Libertad. El australiano, que ya sospechaba, llevó la fotografía a la policía. Fue exactamente la pista que la policía quería, pues ya estaban al tanto de sus operaciones pero siempre conseguía escapar. El australiano les llevó directamente a Ferguson, que fue detenido y encarcelado durante cinco años, un precio bastante pequeño a pagar por la fortuna que había hecho. Fue liberado en 1930, y se mudó a Los Ángeles, donde vivió de lujo (gracias a un par de “trucos” más) hasta su muerte en 1938...

http://www.historiasdenuestrahistoria.com/2010/11/arthur-ferguson-el-hombre-que-lo-vendia.html

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