viernes, 11 de febrero de 2011

☆ Efemérides 11 de Febrero ☆ Post Oz ☆

Serguei M. Eisenstein
1606.- La Corte de Felipe III se traslada de Valladolid a Madrid.
1869.- Apertura de las Cortes Constituyentes españolas tras el derrocamiento de Isabel II.
1895.- EE.UU. establece su protectorado sobre las islas Hawai.
1916.- Primera Guerra Mundial: el kaiser Guillermo II ordena la intensificación de la ofensiva submarina. Los buques mercantes armados serán torpedeados sin previo aviso.
1919.- Alemania elige a su primer presidente de la República en la persona de Friedrich Ebert.
1924.- El Reino Unido reconoce al Gobierno de la URSS.
1925.- Cae el Gobierno portugués.
1929.- Tratado de Letrán entre la Santa Sede e Italia, por el que se crea el Estado pontificio y la Ciudad del Vaticano.
1940.- Se restablece en España el Consejo de Estado.
1941.- Segunda Guerra Mundial: aviones británicos bombardean la ciudad alemana de Hannover.
1943.- El general estadounidense Eisenhower toma el mando de los Ejércitos aliados en el norte de África.
1945.- Budapest, ocupada por fuerzas soviéticas.
1947.- Abd el-Krim, antiguo cabecilla del Rif, es liberado por autoridades francesas.
1956.- China Popular socializa las empresas privadas.
1958.- El Congreso Popular chino acuerda introducir el alfabeto latino en el país.
1967.- Fuerzas del Ejército chino controlan Pekín ante la agitación de los guardias rojos revolucionarios.
1972.- Entra en funcionamiento la central nuclear española de Vandellós I (Tarragona).
1973.- Se retiran de Vietnam del Sur las últimas unidades estadounidenses de combate.
1975.- Margaret Thatcher, elegida presidenta del Partido Conservador británico.
1977.- Las fuerzas de seguridad liberan al presidente del Consejo de Estado, Antonio María de Oriol y Urquijo, secuestrado por los GRAPO dos meses antes, y al teniente general Emilio Villaescusa Quilis, Presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar, secuestrado el 24 de enero por la misma banda terrorista.
1986.- Canje de espías entre el Este y el Oeste. Liberado el dirigente soviético Anatoli Charanski.
1989.- El Partido Comunista húngaro acuerda que la nueva constitución del Estado adopte un régimen pluripartidista en el país.
.- Barbara Clementine Harris, sacerdotisa de la Iglesia Episcopaliana desde 1980, es ordenada la primera mujer obispo de la historia.
1990.- Nelson Mandela, líder del Congreso Nacional Africano de Sudáfrica, sale de la cárcel después de 27 años.
1998.- El Rey de España y el presidente filipino, Fidel Ramos, inauguran los actos conmemorativos del Centenario de la declaración de independencia de Filipinas.
2000.- El ministro para Irlanda del Norte, Peter Mandelson, suspende el Gobierno y la Asamblea autónoma, 72 días después de su fundación.
2007.- Un referéndum no vinculante sobre el aborto en Portugal obtiene el 59,25 por ciento de votos a favor, frente al 40,75 por ciento en contra.

Nacimientos
1847.- Thomas Alva Edison, físico e inventor estadounidense.
1879.- Wenceslao Fernández Flórez, escritor humorista español.
1909.- Joseph Leo Mankiewicz, cineasta estadounidense.
1921.- Antonio Millán Puelles, filósofo y académico español.
1925.- Amparo Rivelles, actriz española.
1926.- Nicolás Sánchez-Albornoz, historiador español.
.- Paul Bocuse, cocinero francés.
1934.- Mary Quant, diseñadora británica.
1936.- Burt Reynolds, actor estadounidense de cine.
1940.- Rafael de Paula, torero español.
1963.- José María Bakero, ex jugador de fútbol español.
1969.- Jennifer Aniston, actriz estadounidense.
1972.- Steve McManaman, jugador de fútbol británico del Real Madrid.

Defunciones
1650.- René Descartes, filósofo y matemático francés.
1894.- Emilio Arrieta, compositor español.
1948.- Serguei M. Eisenstein, cineasta soviético.
1949.- Axel Munthe, médico y escritor sueco.
1962.- Indalecio Prieto, político socialista español.
1991.- Ricardo Gullón, escritor español.
1994.- William Conrad, actor estadounidense.
1996.- Amelia Rosselli, escritora y poetisa italiana.
2000.- Roger Vadim, cineasta francés.
.- Jacqueline Auriol, aviadora francesa, primera mujer piloto de pruebas.
2008.- Emilio Carballido, dramaturgo mexicano.
.- Tom Lantos, único congresista norteamericano superviviente del Holocausto.
2009.- Willem Kolff, médico holandés nacionalizado estadounidense, pionero en la creación de órganos artificiales.
2010.- Alexander Mcqueen, diseñador de moda británico.

EFE

El retrato oval. (Edgar A. Poe) Post Dido


El castillo al cual mi criado se había atrevido a entrar por la fuerza antes de permitir que, gravemente herido como estaba, pasara yo la noche al aire libre, era una de esas construcciones en las que se mezclan la lobreguez y la grandeza, y que durante largo tiempo se han alzado cejijuntas en los Apeninos, tan ciertas en la realidad como en la imaginación de Mrs. Radcliffe. Según toda apariencia, el castillo había sido recién abandonado, aunque temporariamente. Nos instalamos en uno de los aposentos más pequeños y menos suntuosos. Hallábase en una apartada torre del edificio; sus decoraciones eran ricas, pero ajadas y viejas. Colgaban tapices de las paredes, que engalanaban cantidad y variedad de trofeos heráldicos, así como un número insólitamente grande de vivaces pinturas modernas en marcos con arabescos de oro. Aquellas pinturas, no solamente emplazadas a lo largo de las paredes sino en diversos nichos que la extraña arquitectura del castillo exigía, despertaron profundamente mi interés, quizá a causa de mi incipiente delirio; ordené, por tanto, a Pedro que cerrara las pesadas persianas del aposento -pues era ya de noche-, que encendiera las bujías de un alto candelabro situado a la cabecera de mi lecho y descorriera de par en par las orladas cortinas de terciopelo negro que envolvían la cama. Al hacerlo así deseaba entregarme, si no al sueño, por lo menos a la alternada contemplación de las pinturas y al examen de un pequeño volumen que habíamos encontrado sobre la almohada y que contenía la descripción y la crítica de aquellas.
Mucho, mucho leí... e intensa, intensamente miré. Rápidas y brillantes volaron las horas, hasta llegar la profunda medianoche. La posición del candelabro me molestaba, pero, para no incomodar a mi amodorrado sirviente, alargué con dificultad la mano y lo coloqué de manera que su luz cayera directamente sobre el libro.
El cambio, empero, produjo un efecto por completo inesperado. Los rayos de las numerosas bujías (pues eran muchas) cayeron en un nicho del aposento que una de las columnas del lecho había mantenido hasta ese momento en la más profunda sombra. Pude ver así, vívidamente, una pintura que me había pasado inadvertida. Era el retrato de una joven que empezaba ya a ser mujer. Miré presurosamente su retrato, y cerré los ojos. Al principio no alcancé a comprender por qué lo había hecho. Pero mientras mis párpados continuaban cerrados, cruzó por mi mente la razón de mi conducta. Era un movimiento impulsivo a fin de ganar tiempo para pensar, para asegurarme de que mi visión no me había engañado, para calmar y someter mi fantasía antes de otra contemplación más serena y más segura. Instantes después volví a mirar fijamente la pintura.
Ya no podía ni quería dudar de que estaba viendo bien, puesto que el primer destello de las bujías sobre aquella tela había disipado la soñolienta modorra que pesaba sobre mis sentidos, devolviéndome al punto a la vigilia.
Como ya he dicho, el retrato representaba a una mujer joven. Sólo abarcaba la cabeza y los hombros, pintados de la manera que técnicamente se denomina vignette, y que se parece mucho al estilo de las cabezas favoritas de Sulli. Los brazos, el seno y hasta los extremos del radiante cabello se mezclaban imperceptiblemente en la vaga pero profunda sombra que formaba el fondo del retrato. El marco era oval, ricamente dorado y afiligranado en estilo morisco. Como objeto de arte, nada podía ser más admirable que aquella pintura. Pero lo que me había emocionado de manera tan súbita y vehemente no era la ejecución de la obra, ni la inmortal belleza del retrato. Menos aún cabía pensar que mi fantasía, arrancada de mi semisueño, hubiera confundido aquella cabeza con la de una persona viviente. Inmediatamente vi que las peculiaridades del diseño, de la vignette y del marco tenía que haber repelido semejante idea, impidiendo incluso que persistiera un sólo instante. Pensando intensamente en todo eso, quedéme tal vez una hora, a medias sentado, a medias reclinado, con los ojos fijos en el retrato. Por fin, satisfecho del verdadero secreto de su efecto, me dejé caer hacia atrás en el lecho. Había descubierto que el hechizo del cuadro residía en una absoluta posibilidad de vida en su expresión que, sobresaltándome al comienzo, terminó por confundirme, someterme y aterrarme. Con profundo y reverendo respeto, volví a colocar el candelabro en su posición anterior. Alejada así de mi vista la causa de mi honda agitación busqué vivamente el volumen que se ocupaba de las pinturas y su historia. Abriéndolo en el número que se designaba al retrato oval, leí en él las vagas y extrañas palabras que siguen:
"Era una virgen de singular hermosura, y tan encantadora como alegre. Aciaga la hora en que vio y amó y desposó al pintor. El, apasionado, estudioso, austero, tenía ya una prometida en el arte; ella, una virgen de sin igual hermosura y tan encantadora como alegre, toda luz y sonrisas, y traviesa como un cervatillo; amándolo y mimándolo, y odiando tan sólo al arte, que era su rival; temiendo tan sólo la paleta, los pinceles y los restantes enojosos instrumentos que la privaban de la contemplación de su amante. Así, para la dama, cosa terrible fue oir hablar al pintor de su deseo de retratarla. Pero era humilde y obediente, y durante muchas semanas posó dócilmente en el oscuro y elevado aposento de la torre, donde sólo desde lo alto caía la luz sobre la pálida tela. Mas él, el pintor, gloriábase de su trabajo, que avanzaba hora a hora y día a día. Y era un hombre apasionado, violento y taciturno, que se perdía en sus ensueños; tanto, que no quería ver cómo esa luz que entraba lívida, en la torre solitaria, marchitaba la salud y la vivacidad de su esposa, que se consumía a la vista de todos, salvo de la suya. Mas ella seguía sonriendo, sin exhalar queja alguna, pues veía que el pintor, cuya nombradía era alta, trabajaba con un placer fervoroso y ardiente, bregando noche y día para pintar aquella que tanto le amaba y que, sin embargo, seguía cada más desanimada y débil. Y, en verdad, algunos que contemplaban el retrato hablaban en voz baja de su parecido como de una asombrosa maravilla, y una prueba tanto de la excelencia del artista como de su profundo amor por aquella a quien representaba de manera tan insuperable. Pero, a la larga, a medida que el trabajo se acercaba a su conclusión, nadie fue admitido ya en la torre, pues el pintor habíase exaltado en el ardor de su trabajo y apenas si apartaba los ojos de la tela, incluso para mirar el rostro de su esposa. Y no quería ver que los tintes que aparecían en la tela eran extraídos de las mejillas de aquella mujer sentada a su lado. Y cuando pasaron muchas semanas y poco quedaba por hacer, salvo una pincelada en la boca y un matiz en los ojos, el espíritu de la dama osciló, vacilante como la llama en el tubo de la lámpara. Y entonces la pincelada fue puesta y aplicado el matiz, y durante un momento el pintor quedó en transe frente a la obra cumplida. Pero, cuando estaba mirándola, púsose pálido y tembló mientras gritaba: "¡Ciertamente, ésta es la vida misma!”, y volvióse de improviso para mirar a su amada... ¡Estaba muerta!"



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