Por: Guillermo Altares17/01/2011
"¿Qué es un fantasma?", se pregunta el narrador en el arranque de la película de Guillermo del Toro El espinazo del diablo. "Un evento terrible condenado a repetirse una y otra vez, un instante de dolor, quizás algo muerto que por momentos parece vivo, un sentimiento suspendido en el tiempo, como una fotografía borrosa, como un insecto atrapado en el ámbar". Es una definición muy bella aunque resulta un poco melodramática. El cine y la literatura han producido fantasmas mucho más simpáticos, como el capitán Gregg en El fantasma y la señora Muir (se enamora de Gene Tierney, ¿quién no?) o El fantasma de Canterville de Oscar Wilde, con su mancha que nunca se borra. En realidad, los fantasmas son muy humanos, porque simbolizan la vida: siguen aquí porque han dejado algo sin terminar, como todos nosotros. Y luego están los fantasmas reales (porque para los que creen en ellos lo son), aquellos con los que compartimos mansiones y cruces de caminos, historias que el narrador e historiador británico Peter Ackroyd ha recopilado en un ensayo que salió a finales del año pasado en el Reino Unido: The English ghost. Spectres through time (El Fantasma inglés. Espectros a través del tiempo).
Algunos relatos se remontan al siglo VI, incluso algunos hablan de seres que llevan dando vueltas por aquí desde hace miles de años, otros ocurren ahora, como la mujer que se encuentra con un fantasma en su compartimento del tren o la clásica leyenda del aparecido que surge en una carretera. Estos relatos contemporáneos son los más inquietantes: a las mansiones victorianas llenas de ruidos, furia y figuras transparentes estamos más o menos acostumbrados. Pero, acomodarnos en un vagón y encontrarnos con el que el pasajero de enfrente no es de este mundo es una experiencia bastante más terrorífica. Aunque son dos películas magníficas, creo que El sexto sentido es más eficaz que Los otros porque el filme de Alejandro Amenabar respeta los códigos de una narración gótica mientras que la película de M. Night Shyamalan rompe con ellos al llevarlos al presente.
Los fantasmas son seres de la frontera, que se mueven entre dos mundos. En algunos casos vienen para aterrorizarnos, aunque casi siempre tienen sus motivos (¿A quién se le ocurre construir una urbanizacion sobre un cementerio indio como ocurre en Poltergeist?), en otros vienen para ayudarnos a enmendar nuestros errores (como los tres fantasmas del Cuento de Navidad de Charles Dickens, los mas famosos de la la literatura con perdón del padre Hamlet), en otros son seres en el fondo bondadosos (el que Oscar Wilde) y casi todos, como el resto de los seres que andan por aquí abajo, lo que quieren es descansar, tomarse una largas vacaciones en su propia muerte. Y son muchos los creadores que han caído en la tentación de preguntarse por lo que ocurre entre los dos mundos, hasta el mismo Clint Eastwood en su ultimo filme, Más allá de la vida (si alguna vez William Munny, el protagonista de Sin Perdón, lo ve en un minicine del Viejo Oeste, le dará un ataque).
Pero los fantasmas más cautivadores son sin duda los románticos y no me estoy refiriendo a ese insoportable engendro almibarado llamado Ghost. Pocas historias tienen tanto encanto como El fantasma y la señora Muir sobre la que Javier Marías (el mayor defensor de este clásico de Joseph L. Mankiewicz) ha escrito que es insolita porque deseamos que la protagonista muera precisamente porque nos cae muy bien. Es una película sobre "la abolición del tiempo, la visión del futuro como pasado y del pasado como futuro, la reconciliación con los muertos y el deseo sereno de ser por fin uno de ellos", escribe Marías. Son seres que luchan por la vida desde la muerte, que se saltan las barreras entre lo posible y lo imposible. Como el tipo que en la canción de George Brassens se enamora de una fantasma de muy buen ver. "Pero tengo 2000 años más que usted", le dice ella. Y el replica: "Señora, el tiempo no nos importa". ¿Qué es un fantasma? Alguien a quien no le importa el tiempo, ni la muerte, solo la lucha por permanecer.
(Fotografía: la imagen más famosa de un fantasma, The Brown Lady, tomada en una mansión inglesa en 1936)
fuente : EL PAIS.COM