Se llamaba Vasili Alexandrovich Archipov (Василий Александрович Архипов, a veces escrito Arkhipov), y era marino. Nació en el campo, lejos del mar, cerca de Moscú, y llegó a Vicealmirante de la flota soviética. Su carrera la hizo fundamentalmente en submarinos durante buena parte de la Guerra Fría. Y en dos ocasiones diferentes contribuyó a evitar una guerra nuclear entre las superpotencias; una vez deteniendo personalmente y en solitario el lanzamiento de un torpedo nuclear que hubiese podido provocar el armagedón. Debería tener un monumento en todos los países del mundo, pero sólo consta la existencia de un busto en un museo ruso. Es tan desconocido que hasta su biografía en la Wikipedia carece de fotografía, a pesar de que existe un archivo con documentos y fotografías suyas en la Red. Fíjese bien en la cara de la fotografía de la izquierda, con uniforme de capitán: es la cara de alguien capaz de interponerse entre la Humanidad y su destrucción. Dos veces.
La primera vez que Archipov evitó una catástrofe nuclear fue a principios de mayo de 1961, como segundo de a bordo del submarino de misiles balísticos soviético K-19. El K-19, por mal nombre ‘hiroshima’ o el ‘fabricante de viudas’, era un submarino nuclear de la clase Hotel que tuvo una carrera plagada de accidentes, colisiones y problemas. El 4 de julio de 1961 se encontraba al sur de Groenlandia cuando tuvo un serio accidente nuclear que estuvo a punto de provocar su explosión y pérdida. La catástrofe sólo se evitó sacrificando a siete miembros de la tripulación, que fueron enviados con trajes protectores insuficientes a improvisar un segundo circuito refrigerador del reactor. Una buena parte de la tripulación y casi todo el buque quedaron contaminados con radiación, y los marineros a punto estuvieron de amotinarse. Archipov, que resultó ligeramente contaminado, respaldó al capitán Nikolai Vladimirovich Zateyev durante el accidente y el largo y accidentado regreso. Se considera que de haberse hundido el K-19 en aquel momento y posición la flota soviética podría haberlo considerado como una causa de guerra.
Pero su lugar en la historia está asegurado por la segunda vez que evitó una catástrofe nuclear. Ocurrió a finales de octubre de 1962 en aguas cercanas a Cuba, donde Archipov estaba como segundo de a bordo del submarino diesel B-59, de la clase Foxtrot. La crisis de los misiles de Cuba estaba en su apogeo, y los EE UU habían establecido un bloqueo naval de la isla caribeña. El B-59 y otros tres barcos hermanos tenían órdenes de llegar hasta Cuba y establecer secretamente una base de submarinos. Pero los EE UU estaban decididos a impedir que el régimen castrista y sus huéspedes soviéticos recibiesen refuerzos. Se inició así un letal juego del ratón y el gato, en el que destructores estadounidenses lanzaron cargas de profundidad para obligar a emerger a los submarinos que detectaban, para identificarlos. Uno de ellos fue el B-59, que tras un prolongado bombardeo acabó por salir a la superficie, sus baterías exhaustas; allí fue fotografiado por los destructores estadounidenses, tras lo cual se retiró. Lo que los oficiales de los EE UU no sabían es que el B-59 y sus hermanos llevaban a bordo torpedos antibuque nucleares, y permiso para usarlos. Y mucho menos que durante el ataque al B-59 el capitán del submarino, con los nervios destrozados, había ordenado armar uno de esos torpedos nucleares, es decir, prepararlo para su disparo. La decisión de alistar un arma nuclear y utilizarla había sido dejada por Moscú en manos de la tripulación, pero con una salvaguarda: era necesaria la aquiescencia de los tres oficiales de mayor rango. El capitán del submarino y el oficial político dijeron ’sí’. Pero Archipov dijo ‘no’. Y el disparo que hubiese podido poner en marcha una guerra nuclear nunca se produjo. Porque un capitán de la marina soviética así lo decidió.
La situación no debió suponer una mancha en el expediente de Vasily Archipov, porque siguió ascendiendo en la armada de su país, hasta retirarse con el grado de Vicealmirante. Comandó submarinos, escuadrones de submarinos y finalmente la Academia Naval Kirov. Se jubiló a mediados de los años 80 y se retiró no lejos de la región donde había nacido, donde murió en 1999. Por las imágenes, era un hombre atractivo y recio, con aspecto decidido y gallardo. Entre su amplio archivo aparecen fotos de su hermosa esposa, numerosas estampas de toda una vida dedicada a la navegación en submarinos, camaradas y puertos y, situados al principio, un puñado de homenajes y conferencias sobre la crisis de los misiles de Cuba. El mayor homenaje que recibiera se lo otorgó el director del archivo privado sobre temas de seguridad nacional Thomas Blanton, cuando dijo que ‘la lección de todo esto es que un tipo llamado Vasili Archipov salvó al mundo’. Así que las numerosas medallas que adornan el pecho de Archipov en la foto de la derecha, al más puro estilo soviético, esta vez eran más que merecidas. ¿Qué medalla no merecería un marino que evita dos veces una guerra nuclear?
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