Spaggiari llevó su idea a la Mafia local con la intención de buscar ayuda, pero se opusieron a su descabellado plan y se propuso crear una organización delictiva propia. Reclutó a 20 personas, cada una de ella especialista en su campo: un experto en joyería -para saber lo que merecía la pena llevarse cuando entrasen en la cámara-, un experto en la construcción de túneles...
Después de un año haciendo planes, se metió junto a su banda bajo tierra literalmente. Durante 3 meses construyeron un túnel en las alcantarillas de Niza que llegaba hasta la pared subterránea del Banco, arrastrando un equipo que pesaba más de una tonelada. Avanzaban dos mts al día, y cuando finalmente llegaron, un viernes, todavía les quedaba por atravesar una gruesa pared de cemento para entrar en la Cámara acorazada.
Abrieron el agujero a mano y no accedieron al interior hasta la tarde del día siguiente. Cualquier otro delincuente al ver que ya estaba dentro, la hubiera desvalijado cuanto antes, pero Spaggiari no era un delincuente cualquiera... Había llevado comida para sus hombres y, allí mismo, tomaron un refrigerio a base de vino y patés...
Finalmente, los ladrones dejaron atrás las sobras de su “picnic” y la mayor parte de las cajas de seguridad del Banco, pero lo que se llevaron y como se lo llevaron también hizo historia...
Tras soldar desde el interior la puerta de la Cámara acorazada para asegurarse de que nadie les molestara, se tomaron todo el tiempo necesario para robar el banco. Había miles de cajas entre las que elegir, y les dio tiempo para revisar algunos cientos; lo que consideraban que merecía la pena lo metían en bolsas de plástico selladas que colocaban en unas balsas...
Transportaron su botín en estas balsas, que flotaban en el agua del alcantarillado y las llevaron hasta donde les esperaban otros miembros del grupo que ocultaron el material. Se pasaron todo el fin de semana en el interior de la Cámara acorazada y no se fueron hasta que el banco estaba a punto de abrir sus puertas...
Los primeros en llegar el lunes por la mañana fueron los empleados del banco, los segundos fueron los policías, que hicieron un agujero en la cámara sellada y descubrieron el “revoltijo” que los ladrones habían dejado. El botín de 60 millones de francos que se llevaron lo convirtió en el mayor atraco a un Banco de toda la historia.
Spaggiari era un hombre muy inteligente y planeó el robo de una forma tan precisa que no dejó ni una sola pista a la policía. Dejó una nota que decía: “Sin armas, sin odio y sin violencia...”.
La clave para resolver el delito resultó ser una esposa celosa. Antes del atraco había llamado a la policía para comprobar las sospechosas actividades de su marido por la noche. Luego, siguiendo una “corazonada”, la policía fue a la casa de esa mujer después del atraco y detuvieron a algunos de la banda que encontraron allí. Finalmente, las pistas que obtuvieron les llevaron hasta Spaggiari...
Se pasó el juicio paseándose por la sala, ofreciendo respuestas ridículas a todas las preguntas, contando una historia fabulosa en la que mezclaba partes de verdad con mentiras. Estaba narrando una de sus historias cuando se lanzó hacia una ventana abierta. Su abogado y todos los demás pensaron que intentaba suicidarse. Saltó y aterrizó en un coche que estaba aparcado debajo...
Bajó del coche y montó en una motocicleta conducida por uno de sus “amigos” que salió disparada. Fue lo que se dice una “fuga relámpago”. Nadie volvió a ver a Albert Spaggiari ni a su esposa, ni siquiera una parte de ese botín que batió todos los récords.
En 1979, tras un pacto secreto con una editorial, publicó su autobiografía, detallando los pormenores del robo, y en el que narraba que no se había quedado nada de dinero. Contaba que lo había enviado a la gente oprimida de Yugoslavia, Portugal e Italia, todo un Robin Hood moderno...
Años después, la prensa publicó que su cuerpo fue hallado por su madre frente a su casa en 1989. Al parecer falleció por un cáncer de garganta y su esposa lo trasladó hasta allí para que reposara en su lugar natal...
No puedo evitar tener cierta empatía con este personaje que, aún siendo un ladrón, algo en que todos coincidiremos que no es nada correcto, fue un bandido romántico, un hombre brillantísimo. El delito se acaba pagando, pero en su caso, su astucia fue tal que dejo a todos boquiabiertos. Además, no me molesta mucho que roben a los bancos, bastante nos roban ellos, y que me disculpen los banqueros...
Fuente: historiasdenuestrahistoria
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